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jueves, 20 de octubre de 2011

"Ni es tan Feo, ni la barba es tan azul"


En mis clases de psicoterapia (recordemos que aún me estoy formando) reciéntemente hemos discutido una imagen muy interesante (un arquetipo, como dirian los junguianos), propuesta por Magaly Perez (la idea es de ella, yo sólo la publico), que no es otra que la historia de Barba Azul, un cuento francés escrito por Charles Perrault.
Barba Azul era un rico terrateniente, al que todas las mujeres de la aldea consideraban siniestro por su mirada maligna y extraña barba azul. Sabían que se había casado varias veces, pero nadie sabía que había sido de sus esposas anteriores.
En la búsqueda de una nueva esposa, Barba Azul le propone a una vecina que le dé en matrimonio a alguna de sus hijas, las cuales rechazan la petición y tratan de pasársela a la otra hermana. Al final, con estratagemas de todo tipo logra enamorar a la menor de las hermanas, que termina pensando que la barba no es taaan azul, y que es un hombre muy correcto. Para ver la historia completa, aquí está el link : Barba Azul.
A veces en nuestra vida cotidiana nos enfrentamos a situaciones peligrosas, y nuestro cuerpo nos avisa, se incomoda, se asusta y nos alerta. Los instintos, al igual que los demás animales, los tenemos allí, pero hemos aprendido a bloquearlos de tal manera, que como la muchacha del cuento nos engañamos diciento: todo va a salir bien, no pasa nada, "la barba no es tan azul".
Parte del trabajo terapéutico implica el reconocer a nuestro cuerpo, e identificar estas situaciones. Quien es nuestro Barba Azul? puede ser alguien de nuestra familia, nuestra pareja, un compañero de trabajo e inclusive nosotr@s mismos, saboteándonos hasta el cansancio. En una ciudad tan peligrosa como Caracas, Barba Azul puede ser el hampa, siempre al acecho, y de la cual no siempre podemos librarnos.

No me malentiendan, no estpy escribiendo ésto para sembrar la paranoia colectiva, creo que los opuestos no sólo se atraen, sino que se complementan: se puede combinar muy bien la confianza y fe en la naturaleza humana, con el alerta y la protección a la propia humanidad; el abrirse a la experiencia de perdonar y amar con el ponerse una coraza, porque proteger la propia psique y el propio cuerpo es una muestra de respeto y amor hacia nosotros mismos y nosotras mismas, y porque es posible pasar toda la vida en uno de los dos extremos sin desgastarse.

Parte del proceso de autorregulación es darnos cuenta de qué nos nutre y que nos daña, e ir buscando lo mejor para nuestro bienestar, pero de verdad dándonos cuenta, dado que no es posible ignorar lo que está presente, del mismo modo que la esposa del cuento no pudo olvidar jamás los cadáveres expuestos en el cuarto secreto. Una vez que vemos los cadaveres (de los demás o los propios), nunca somos la misma persona, cambiamos para siempre, lo queramos o no.

Identifica tu depredador, o la parte de tí que te depreda, date cuenta de lo obvio, porque la llave no dejará de sangrar.

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